13 de enero de 2009

VICENTA DE JUARISTE EGUINO MEDINA


Nació y murió en La Paz (1784 – 1857)
Su madre falleció en el parto y quedó huérfana de padre al poco tiempo, por lo que fue criada por su hermano natural don Pedro Eguino, quien la formó en los ideales y sentimientos de libertad.


Heredera de una cuantiosa fortuna, puso esta al servicio de la causa emancipadora: instaló en su propio domicilio una fábrica de armas para que fueran empleadas en la Revolución de La Paz del 16 de julio de 1809; vistió, equipó y gratificó económicamente a los soldados del batallón comandado por su hermano que, como parte integrante del ejército independiente de Castelli, venció en la Batalla de Suipacha. Su casa fue el centro de varias reuniones clandestinas de los patriotas.

Poseía una elocuencia admirable, arengaba a la tropa animándola a luchar y sacrificar la vida por la libertad y la emancipación de América. En una ocasión, cuando los indios de Sapahaqui se dirigían a Caracato a degollar a las familias españolas que se habían refugiado en ese lugar durante el estallido de la revolución paceña, doña Vicenta se dirigió a caballo a dar encuentro a los indios y hablándoles en su idioma los convenció de deponer esa actitud, logrando que volvieran a su Cantón donde les dotó de recursos y víveres.

Esta oportuna intervención, la hizo acreedora de la gratitud de la población española de La Paz, cuyos jefes abogaron por ella en dos ocasiones: una, cuando fue condenada a seis años de presidio después de haber sido sofocada la revolución de La Paz por Goyeneche, logrando que la pena fuera conmutada por el Gobernador Juan Ramírez, previa exigencia de una cuantiosa suma de dinero en efectivo y de vestimenta para el batallón de la reina; y la segunda, cuando en 1816, después de ser denunciada y perseguida por la tropa de Ricafort, fue recluida en un calabozo y posteriormente condenada a muerte. La intervención de varios jefes realistas logró que la pena de muerte fuera conmutada por una elevada sanción pecuniaria y el destierro perpetuo a Cuzco. Sin embargo, cuando se dirigía al destierro, fue logrado el indulto y la restitución de los bienes que le habían embargado.

Durante los años siguientes continuó perseverante en la lucha, oficiaba como intermediaria de las comunicaciones secretas entre los patriotas de Lima y Cuzco con los de Buenos Aires. Cuando en 1823, el entonces Gral. Andrés de Santa Cruz, llegó al Alto Perú, procedente de Lima, doña Vicenta acudió a su encuentro en Laja, acompañada de sus hijos José y Félix y varios de sus colonos para ofrecerlos “para que tomen las armas en defensa de la independencia de América”.

Después de concluida la guerra de la independencia hispanoamericana, el 18 de agosto de 1825, llegó a la ciudad el Libertador Simón Bolívar quien fue apoteósicamente recibido por la población en un acto celebrado en el ingreso de la ciudad donde doña Vicenta Juariste Eguino pronunció un sentido discurso de gratitud al Libertador y le entregó las llaves de la ciudad.

En los años siguientes, esta heroica mujer se retiró a la paz de su hogar hasta el 14 de marzo de 1857, fecha en que falleció, recibiendo solemnes honras fúnebres por el gobierno del General Jorge Córdova y de toda la población civil, militar y eclesiástica.

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